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La barbacoa, la tetera y el revolucionario™

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“La sexta regla es: una buena táctica es aquélla con la que tu gente disfruta. Si tu gente no se lo está pasando en grande, algo falla”
Saul Alinsky, Tratado para radicales

Sobre tácticas y estrategias de la movilización, deben de haber docenas de libros publicados, pero confieso que soy una activista con poco recorrido, así que el libro de Alinksy es de lo poco que tengo en el bagaje. Ok, ¿y qué? ¿De qué nos estamos quejando los que efectivamente sí nos movilizamos desde hace dos años? ¡Oh, hay mucha gente que no se suma! ¡Somos tan pocos! Pues Alinsky ofrece trayectorias hacia el empoderamiento de las personas, para que se organicen y lleven a cabo acciones, que dan mucho gustito por resultar prácticas y motivadoras.

Vamos al lío: nos convocamos el jueves 18 para protestar ante las sedes del PP. Nos convocamos, sí. ¿Quiénes? No tengo idea. Nosotras, nosotros. Cuando me entran suspicacias es… bueno, prácticamente nunca, salvo que un partido político del sistema o un sindicato del poder me esté convocando. Durante treinta y siete años no han conseguido convencerme absolutamente de nada y tengo al menos una década de decepciones constantes.

La convocatoria se mueve con carteles como éste y el hashtag en twitter #BarbacoaDestituyente.

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Algunos lo han tomado de modo literal.

Puede que algunas se presenten con la barra de pan (en Madrid se llama “pistola”, podría ser considerada un arma peligrosa, si es de dos días atrás no te lo plantees). Puede que otras decidan llegar con la parrilla o con la sal, o las especias, o el aliño… Hay demasiado chorizo para repartir, pero desde el primer momento me dije que resultarían, por chorizos de mala calidad, por ser cerdos cebados con nuestras vidas, muy indigestos.

No, no es literal lo de asar chorizos (¿o quién sabe?). Más madera (para la barbacoa). Vamos a bailar una #CongaDestituyente.

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Las críticas se han disparado / disparatado durante todo el día, venidas muchas de epígonos de la “izquierda”. ¡Que no hay manera de tomárselo en serio! ¡Que es necesaria y urgente la organización, la disciplina, la seriedad, el manifiesto! ¡Que esto es un cachondeo y no tiene fuerza política!

Como no sé lo que es una verdadera revolución, como no estuve en 1789 en París o en 1917 en Moscú, como del 68 sólo sé que se convirtieron muchos en la nueva burguesía intelectual y comercial y la hostia que nos pegamos fue grande, me vale a día de hoy la experiencia de un agitador setentón que se pasó décadas trabajando a pie de calle, parroquia y asamblea vecinal, y se murió sin perder el fuelle; así como la poquita experiencia que podamos llevar acumulada.

Dice el texto que linkaba arriba, del blog Resistencia y democracia, que “ha quedado de sobra demostrado que este tipo de protestas no son efectivas”. Que debemos mostrar el cabreo. Tengo un buen amigo que reclama guillotinas, sí señor, estamos cabreados, muy enfadados, y no me atengo al asunto Bárcenas-sobres-pagos-sobornos y chantajes. Me atengo a que esos “hilillos de plastilina” esconden detrás media década de usurparnos el bienestar que hemos construído entre todos, así como la desaparición de derechos sociales a base de cambios orquestados desde Europa. No me enfada la subvención innecesaria que cobran los diputados con casa fija en Madrid (que también), me cabrea hasta límites insospechados que nos cierren los colegios y nos privaticen la gestión de los hospitales.

Me enajena, en suma, que llevamos treinta y cinco años comiendo un supuesto sistema democrático que no para de alimentar élites y, ahora sí, a calzón quitado, empobreciéndonos a todos los demás.

Y me voy a llevar todo mi enojo, del tamaño de Tenochtitlan, a la barbacoa del jueves 18. Alinsky también dice en el libro: “Sin un posible camino de acción, sólo les queda indignarse hasta el dolor de cabeza“. Y no, ya no más. He salido sin parar desde hace dos años, pegando mi culo a las manifestaciones de todos los sectores, porque los médicos o los profesores han sabido abrir el brazo y darnos a entender que las luchas no eran por salvar sus (propios) culos sino por lo de todos.

Y me quiero divertir. Me quiero divertir dentro de mi enojo, que es una brasa interna con la que no me va a hacer falta llevar carbón (para la barbacoa); hemos hecho muchas, muchísimas manifestaciones (preguntémosle a Cristina Cifuentes), más duras y más blandas, y en ninguna hemos visto que funcione, ¿verdad? Venga, ¿qué es funcionar? ¿Parar una ley, derrocar a un gobierno? Sí, eso también. No sé si llamándolo “barbacoa” o “la madre de todas las manifestaciones” conseguiremos reunir a más gente. Lo que sí sé es que el único “efecto” que me parece realmente importante es que nos deje de doler la cabeza.

Que la indignación puede haber sido un motor político, pero ahora está clavada como un cuerno en nuestras cabezas y la apisonadora de los ajustes y las políticas #macro no hacen más que hincarla más hondo. ¿Qué hacemos? ¿Volvernos a casa? Leyendo los mensajes irónico / hirientes de los críticos de la “barbacoa” me dan ganas de no salir más.

Pero cuando hacemos cosas juntas, y nos divertimos, es cuando se nos apetecerá de cierto volver y reunirnos con esas personas, en otros espacios, en otros colectivos, en el barrio o en el stop desahucios. Donde cada uno quiera y desee poner su tiempo y su energía. Porque a lo mejor es que el tiempo y la energía política sólo están bien empeñados si los ponemos en su organización, una que alguna vez tuvo mi simpatía, pero ya no más. Cuando hacemos cosas juntas, y eso incluye corear y aporrear cacerolas, y nos cuidamos colectivamente, nos vamos a llevar a casa (sí, a casa, y a nuestro entorno de trabajo, y a nuestras conversaciones en la barra del bar) una experiencia de poder

Hace algunos días, pudimos seguir en vivo la ocupación de una oficina de banco en Barcelona, una acción de la PAH exigiendo la dación en pago para José Antonio. Una persona estaba por ser desahuciada, y más de cien la apoyaron en su protesta. ¿Qué pudimos ver ahí? Que se trabaja en el nivel más micro posible, el de los afectos, y todo el tiempo -más de diez horas- se resistió a base de sonrisas, abrazos y buen humor. ¿Que no había miedo? ¿Que no había ganas de insultar a los gerentes del banco? Ya lo creo que sí.

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Lo siento en el alma, el activismo serio, encabronado y de espaldas a lo que las personas necesitan me resulta tan revenido como la jeta del mismísimo Bárcenas o los que pelean, en serio, con la idea de liberación que encarna el feminismo. A sus puestos, vayan como les dé la gana, pero vayan a divertirse para poder seguir peleando un día más.

Postdata

Tratad de arreglar la letra de “una tetera, un plato hondo”… que a mí no me sale.


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